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Consuelo Méndez

Cada viaje comienza con el momento en que dejamos atrás no solo un lugar, sino también nuestra historia. A menudo, es el dolor el que impulsa los primeros pasos hacia lo desconocido ¿Qué desencadeno tu partida?

 Nací en un rincón de El Salvador, bajo el cielo abrasador y el ruido constante de la vida cotidiana. Mi infancia, marcada por la inocencia y los juegos bajo el sol, pronto se vio sacudida por la violencia que sacudió a mi familia. Tenía apenas cinco o seis años cuando el destino nos mostró su cara más cruel: mi hermano mayor, de quince años, fue brutalmente atacado por robarle una bicicleta, quedando paralítico. Ese acto de crueldad nos dejó un mensaje claro y aterrador: debíamos abandonar nuestro hogar si queríamos que él se mantuviera con vida.

 Mi padre, un hombre de pocas palabras y muchas decisiones, optó por quedarse en El Salvador, mientras mi madre, con doce hijos a cuestas, emprendió el viaje hacia Guatemala, donde un tío materno nos ofrecía refugio. Con ojos grandes y llenos de incertidumbre, vi cómo mi mundo cambiaba drásticamente. Cada 45 días cruzábamos la frontera, un peregrinaje forzado que nos recordaba la fragilidad de nuestra situación y la ausencia de mi padre, cuya figura se desdibujaba en la distancia.

 Más de una década después partí de Guatemala hacia Barcelona para fundar mi familia. 

 En cada partida dejamos algo de nosotros mismos, pero también quedan atrás quienes nos aman y esperan, como Penélope, aguardando el retorno de Ulises. Los kilómetros no solo distancian cuerpos, también difuminan recuerdos. ¿Cómo fue el proceso de dejar atrás tu cultura y familia en Guatemala? ¿Qué significa para ti esa separación?

 En mi primera partida dejé atrás a mi padre. Pero fue en mi segundo recorrido dejé atrás una cultura rica en tradiciones, sabores y colores. Además, al dejar Guatemala implicó dejar una parte de mi alma. Mi madre, mis hermanos y veinticinco sobrinos, son figuras que se ven desdibujadas en la distancia, aunque los recuerdos de nuestras costumbres y comidas me acompañan siempre, recordándome lo que dejé atrás.

 Fue un proceso por etapas. El primer paso fue irme de misión y durante dieciocho meses para predicar el evangelio de Jesucristo y servir a las comunidades, en particular a personas necesitadas. Fue un estilo de vida muy estructurado, con horario de estudio, proselitismo y servicio comunitario en compañía de una compañera con la que trabajé, viví y compartí la mayor parte de mi tiempo. Gracias a este primer paso aprendí a adaptarme a nuevos entornos, a ser autónoma, comunicarme con otros, ser paciente y crecer espiritualmente. Además, fue allí donde conocí a quien es hoy mi esposo y por quien terminé viviendo en Barcelona. 

 El cuerpo es el vehículo con el que navegamos la vida, el único barco que siempre llevamos con nosotros. No siempre quedan cicatrices visibles, pero el tiempo y las experiencias dejan huellas indelebles en los más profundo. ¿Cómo ha cambiado tu cuerpo y espíritu a lo largo de este viajo y de qué manera esas marcas invisibles hablan de tu fortaleza?

 Mi cuerpo lleva las señales de este viaje. Aunque no se vean cicatrices físicas, las marcas emocionales son profundas. Mi cuerpo ha cambiado con los años; la vida y el camino recorrido me han transformado. No obstante, cualquiera puede ver en mi semblante la resiliencia adquirida con el tiempo. Mia hombros llevan el peso de las despedidas, mis manos guardan el recuerdo de los afectos que no pude sostener, y mis pies han aprendido sobre terrenos inciertos y dolorosos. 

 Las separaciones, lejos de quebrantarme, me han hecho valorar aún más los lazos que permanecen. 

 Las tormentas nos desafían, pero también nos transforman. En el corazón de la tempestad es donde el alma se prueba así misma, entre la nostalgia de lo que se deja y la incertidumbre de lo que está por venir. ¿Cuáles fueron las tormentas más difíciles que tuviste que enfrentar en tu travesía, y que ancla te mantuvo firme cuando todo parecía perderse?

 Lo más difícil fue dejar a mi familia de origen. Durante el viaje, las idas y venidas entre países y la adaptación a nuevas culturas presentaron grandes desafíos. Ahora, lo más complicado es mantener el equilibrio entre mis raíces y mi nueva vida en Barcelona. Ha habido momentos en los que estuve cerca de volver a Guatemala, impulsada por la nostalgia y el amor por los míos, pero la esperanza y el amor por mi esposo y mis hijas me mantuvieron firme. Mi faro en todas estas tormentas ha sido la determinación y el amor incondicional por mi familia.

 En cada viaje, los enemigos no siempre son visibles, ni los aliados son quienes esperamos. A veces, el apoyo más fuerte proviene de los lugares más inesperados, y la adversidad forja alianzas inquebrantables. En tu camino, ¿quiénes se convirtieron en tus más grandes aliados, y cuáles fueron los enemigos más difíciles que encontraste, tanto fuera como dentro de ti?

 En mi camino, he encontrado enemigos en la violencia y la incertidumbre, pero también he hallado aliados. Mi madre, mi tío paterno en Guatemala, mi pareja y mis hijas han sido pilares fundamentales. La fe y la resiliencia han sido mis mejores herramientas para enfrentar las adversidades. Al final, nos hemos elegido. Nuestro amor se ha basado en la elección de estar por el otro más allá de la necesidad. 

 Los cantos de sirena pueden ser irresistibles, seduciendo con promesas de nuevas vidas o recordándonos lo que hemos dejado atrás. Escoger hacia dónde navegar es, en ocasiones, la decisión más compleja. ¿Qué voces internas o externas te impulsaron a cruzar continentes, y cómo lograste encontrar la serenidad en medio de tantas decisiones cruciales?

Mil palabras vinieron meciéndome entre los momentos de decisión. Viajar a Guatemala nunca estuvo en mis manos, pero optar por mover mis raíces a otro continente sí. Opté dejar entrar un nuevo mundo, recibir las nuevas enseñanzas y aprender que, aunque en el recorrido algunas cosas se acercan y otras se distancian, solo al soltar puedo recibir y abrir espacio para nuevos caminos. El aire fresco entra siempre, todo suma.

 Ítaca no es solo el destino final, sino el símbolo de los sueños que nos guían, de las metas que nos definen. En cada viaje hacia allí, buscamos no solo un lugar, sino una paz interior que nos reconcilie con nuestro pasado y presente. ¿Cuáles son tus sueños y metas al final de este largo viaje, y cómo imaginas que se entrelazan tu pasado y tu presente en ese destino?

 Mis sueños incluyen escribir un libro sobre la vida de mi madre, llenando el vacío dejado por la pérdida de mis hermanos. Mis metas son ser un faro de esperanza y solidaridad para mi familia y encontrar un equilibrio entre mi pasado y mi presente. 

Todos llevamos dentro un poder que, a veces, desconocemos hasta que las circunstancias lo hacen emerger. En medio de la adversidad, nuestras cualidades más humanas se revelan como superpoderes. ¿Qué talentos y habilidades crees que han sido tus verdaderos superpoderes en esta travesía, y cómo te han ayudado a llegar hasta dónde estás hoy?

 Mis talentos incluyen mi capacidad para sanar y reconfortar, mi dedicación y mi amor incondicional. Estas cualidades me han permitido iniciar y sobrellevar este viaje, y llegar hasta donde estoy hoy.

 Cada nuevo paisaje que descubrimos no solo expande nuestra vista, sino que transforma nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos. Lo desconocido nos desafía, pero también nos revela nuevas fortalezas. ¿Qué nuevas tierras, culturas y personas han cambiado tu forma de ver la vida desde que emprendiste este viaje, y qué has descubierto en ti misma que no sabías que existía?

 En este viaje, he descubierto nuevos paisajes, personas y costumbres. La calidez de los habitantes de Chile, en donde desarrollé mi misión y conocí a mi marido catalán, me han mostrado nuevas formas de vida y mentalidades. He descubierto una fuerza y resiliencia en mí que no sabía que poseía.

 La vida es una colección de aventuras, algunas grandiosas, otras sutiles. Cada paso en el camino tiene una historia que contar, un aprendizaje que dejar. ¿Qué aventuras, momentos o aprendizajes marcaron tu travesía y te convirtieron en la persona que eres hoy?

 Cada cruce fronterizo, cada nuevo país y cultura, y la búsqueda constante de un hogar han sido aventuras llenas de aprendizajes y desafíos. Mi misión en Chile y el reencuentro en Guatemala con mi esposo son capítulos importantes de mi odisea personal. Donde su agilidad mental le permitió dar un rodeo a las reglas de compartir contactos entre misioneros y con una foto que nos tomamos con la comunidad con la que trabajamos le permitió seguir mi huella y llegar de nuevo hasta mí. 

 Las historias que contamos de nosotros mismos se mezclan con las que otros relatan. ¿Qué eco dejará nuestra odisea en el corazón de quienes la escuchen? Si pudieras elegir cómo te recordarán, ¿qué te gustaría que dijeran de tu vida, de tus luchas y de tu manera de navegar por los mares inciertos de la existencia?

Me gustaría que dijeran que, como Ulises, navegué por mares de incertidumbre y desafíos, siempre guiada por la esperanza y el amor. Que mi vida es un testimonio de resiliencia y que, sin importar las adversidades, siempre encontré el camino de regreso al puerto seguro del amor y la memoria.

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Más de una década después, partí de Guatemala hacia Barcelona para fundar mi familia.

En cada partida dejamos algo de nosotros mismos, pero también quedan atrás quienes nos aman y esperan, como Penélope, esperando el regreso de Ulises. Los kilómetros no solo distancian cuerpos, también difuminan recuerdos. ¿Cómo fue el proceso de dejar atrás tu cultura y familia en Guatemala? ¿Qué significa para ti esta separación?

En mi primera partida dejé atrás a mi padre. Pero fue en mi segundo recorrido que dejé atrás una cultura rica en tradiciones, sabores y colores. Además, al dejar Guatemala implicó dejar una parte de mi alma. Mi madre, mis hermanos y veinticinco sobrinos, son figuras que se ven desdibujadas en la distancia, aunque los recuerdos de nuestras costumbres y comidas me acompañan siempre, recordándome lo que dejé atrás.

Fue un proceso por etapas. El primer paso fue irme de misión y durante dieciocho meses para predicar el evangelio de Jesucristo y servir a las comunidades, en particular a personas necesitadas. Fue un estilo de vida muy estructurado, con horario de estudio, proselitismo y servicio comunitario en compañía de una compañera con la que trabajé, viví y compartí la mayor parte de mi tiempo. Gracias a este primer paso aprendí a adaptarme a nuevos entornos, a ser autónoma, comunicarme con otros, ser paciente y crecer espiritualmente. Además, fue allí donde conocí a quien hoy es mi esposo y por quien terminé viviendo en Barcelona.

El cuerpo es el vehículo con el que navegamos la vida, el único barco que siempre llevamos con nosotros. No siempre quedan cicatrices visibles, pero el tiempo y las experiencias dejan huellas indelebles en lo más profundo. ¿Cómo ha cambiado tu cuerpo y espíritu a lo largo de este viaje y de qué manera estas marcas invisibles hablan de tu fortaleza?

Mi cuerpo lleva las señales de este viaje. Aunque no se vean cicatrices físicas, las marcas emocionales son profundas. Mi cuerpo ha cambiado con los años; la vida y el camino recorrido me han transformado. Sin embargo, cualquiera puede ver en mi semblante la resiliencia adquirida con el tiempo. Mis hombros llevan el peso de las despedidas, mis manos guardan el recuerdo de los afectos que no pude sostener, y mis pies han aprendido sobre terrenos inciertos y dolorosos..

Las separaciones, lejos de infringirme, me han hecho valorar aún más los lazos que permanecen.

Las tempestades nos desafían, pero también nos transforman. En el corazón de la tormenta es donde el alma se pone a prueba a sí misma, entre la nostalgia de lo que se deja y la incertidumbre de lo que está por venir. ¿Cuáles fueron las tempestades más difíciles que tuviste que enfrentar en tu travesía, y qué ancla te mantuvo firme cuando todo parecía perderse?

Lo más difícil fue dejar a mi familia de origen. Durante el viaje, las idas y venidas entre países y la adaptación a nuevas culturas presentaron grandes desafíos. Ahora, lo más complicado es mantener el equilibrio entre mis raíces y mi nueva vida en Barcelona. Ha habido momentos en los que estuve cerca de volver a Guatemala, impulsada por la nostalgia y el amor por los míos, pero la esperanza y el amor por mi esposo y mis hijas me mantuvieron firme. Mi faro en todas estas tormentas ha sido la determinación y el amor incondicional por mi familia.

En cada viaje, los enemigos no siempre son visibles, ni los aliados son quienes esperamos. A veces, el apoyo más fuerte proviene de los lugares más inesperados, y la adversidad forja alianzas indestructibles. En tu camino, ¿quiénes se convirtieron en tus mayores aliados, y cuáles fueron los enemigos más difíciles que encontraste, tanto fuera como dentro de ti?

En mi camino, he encontrado enemigos en la violencia y la incertidumbre, pero también he encontrado aliados. Mi madre, mi tío paterno en Guatemala, mi pareja y mis hijas han sido pilares fundamentales. La fe y la resiliencia han sido mis mejores herramientas para enfrentar las adversidades. Al final, nos hemos elegido. Nuestro amor se ha basado en la elección de estar el uno para el otro más allá de la necesidad..

Los cantos de sirena pueden ser irresistibles, seduciendo con promesas de nuevas vidas o recordándonos lo que hemos dejado atrás. Elegir hacia dónde navegar es, a veces, la decisión más compleja. ¿Qué voces internas o externas te impulsaron a cruzar continentes, y cómo lograste encontrar la serenidad en medio de tantas decisiones cruciales?

Mil palabras vinieron meciéndome entre los momentos de decisión. Viajar a Guatemala nunca estuvo en mis manos, pero optar por mover mis raíces a otro continente sí. Opté por dejar entrar un nuevo mundo, recibir las nuevas enseñanzas y aprender que, aunque en el recorrido algunas cosas se acercan y otras se distancian, solo al soltar puedo recibir y abrir espacio para nuevos caminos. El aire fresco siempre entra, todo suma..

Ítaca no es solo el destino final, sino el símbolo de los sueños que nos guían, de las metas que nos definen. En cada viaje hacia allí, buscamos no solo un lugar, sino una paz interior que nos reconcilie con nuestro pasado y presente.

¿Cuáles son tus sueños y metas al final de este largo viaje, y cómo imaginas que se entrelazan tu pasado y tu presente en este destino?

Mis sueños incluyen escribir un libro sobre la vida de mi madre, llenando el vacío dejado por la pérdida de mis hermanos. Mis metas son ser un faro de esperanza y solidaridad para mi familia y encontrar un equilibrio entre mi pasado y mi presente.

Todos llevamos dentro un poder que, a veces, desconocemos hasta que las circunstancias lo hacen emerger. En medio de la adversidad, nuestras cualidades más humanas se revelan como superpoderes. ¿Qué talentos y habilidades crees que han sido tus verdaderos superpoderes en esta travesía, y cómo te han ayudado a llegar hasta donde estás hoy?

Mis talentos incluyen mi capacidad para sanar y reconfortar, mi dedicación y mi amor incondicional. Estas cualidades me han permitido iniciar y soportar este viaje, y llegar hasta donde estoy hoy.

Cada nuevo paisaje que descubrimos no solo expande nuestra vista, sino que transforma nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos. Lo desconocido nos desafía, pero también nos revela nuevas fortalezas. ¿Qué nuevas tierras, culturas y personas han cambiado tu manera de ver la vida desde que emprendiste este viaje, y qué has descubierto en ti misma que no sabías que existía?

En este viaje, he descubierto nuevos paisajes, personas y costumbres. La calidez de los habitantes de Chile, donde desarrollé mi misión y conocí a mi marido catalán, me han mostrado nuevas formas de vida y mentalidades. He descubierto una fuerza y resiliencia en mí que no sabía que poseía.

La vida es una colección de aventuras, algunas grandiosas, otras sutiles. Cada paso en el camino tiene una historia que contar, un aprendizaje que dejar. ¿Qué aventuras, momentos o aprendizajes marcaron tu travesía y te convirtieron en la persona que eres hoy?

Cada cruce fronterizo, cada nuevo país y cultura, y la búsqueda constante de un hogar han sido aventuras llenas de aprendizajes y desafíos. Mi misión en Chile y el reencuentro en Guatemala con mi esposo son capítulos importantes de mi odisea personal. Donde su agilidad mental le permitió sortear las reglas de compartir contactos entre misioneros y con una foto que nos tomamos con la comunidad con la que trabajamos, le permitió seguir mis pasos y llegar de nuevo hasta mí.

Las historias que contamos de nosotros mismos se mezclan con las que otros relatan. ¿Qué eco dejará nuestra odisea en el corazón de quienes la escuchen?

Si pudieras elegir cómo te recordarán, ¿qué te gustaría que dijeran de tu vida, de tus luchas y de tu manera de navegar por los mares inciertos de la existencia?

Me gustaría que dijeran que, como Ulises, navegué por mares de incertidumbre y desafíos, siempre guiada por la esperanza y el amor. Que mi vida es un testimonio de resiliencia y que, sin importar las adversidades, siempre encontré el camino de regreso al puerto seguro del amor y la memoria..



Claudia Paola Sandoval