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Regina Magallón

Todos llevamos en nuestras maletas no solo los objetos que decidimos llevar, sino también los recuerdos, los anhelos y las heridas que nos acompañarán durante el viaje. Partir no siempre es un acto de voluntad, a veces es una necesidad de huir hacia una nueva versión de nosotros mismos. Cuando dejaste México, ¿qué te impulsó a emprender este viaje?

Vengo de México, un país lleno de cultura y tradiciones. Comencé mi viaje a los 31 años, un momento de gran transformación. La razón que me impulsó fue el deseo de ser quien realmente soy, de dejar atrás el miedo y la violencia. El objeto que me acompañó en esta partida fue la foto de mis padres que murieron años atrás y representan mi esperanza, simbolizada en una maleta que contenía 36 kilos de mi vida, mis sueños y un pasado que necesitaba dejar atrás..

En cada despedida, no solo dejamos personas, sino también lugares que nos moldearon, sabores que nos alimentaron y costumbres que nos definieron. Y aunque podemos recrear estas costumbres en tierras nuevas, nada sabe igual cuando está lejos de su raíz. Al partir, ¿cómo enfrentaste el dejar atrás a lo que amabas?

Dejé atrás a mi familia elegida, mis hermanas que no comparten mi sangre, pero son mi apoyo emocional y una cultura rica en costumbres que me moldearon. La comida de mi tierra, llena de sabores familiares, y las tradiciones que siempre atesoré fueron parte de lo que dejé atrás. Por más que encuentro los ingredientes aquí, la comida de mi lugar de origen no sabe igual..

El cuerpo es el primer testigo de nuestras luchas. Cada cicatriz, visible o invisible, es un recordatorio de los momentos en que nos defendimos del mundo o incluso de nosotros mismos. La transformación física puede ser un proceso doloroso, pero también una liberación hacia la autenticidad. ¿Cómo reflejan las cicatrices de tu cuerpo, tanto físicas como emocionales, la lucha que has librado por ser fiel a ti misma, y cómo ha sido este viaje hacia la congruencia entre tu ser interior y tu cuerpo exterior?

Mi cuerpo lleva las marcas de este viaje: cicatrices visibles de las luchas que enfrenté, incluyendo cicatrices de machetazos y heridas en el corazón. Además, tengo las cicatrices invisibles de mis batallas emocionales. He cambiado mucho desde que me fui, tanto en mi apariencia como en mi interior. El corte y color de mi cabello reflejan mi transición, y mi forma de vestir ha evolucionado para expresar mi verdadero yo..

Mi cuerpo fue el primero en migrar, yo llegué en un cuerpo de niño. Mi madre decía que “Cuando Dios me estaba creando, le hablaron por teléfono, se equivocó y me puso algo que no debía tener”. Desde los cuatro años tuve claro que mi mente decía una cosa y mi cuerpo otra. Yo quería ser diferente, pero me daba miedo que Dios se molestara. La transición no fue fácil, pero antes vivía en un infierno en el que no era feliz. Yo siempre he migrado para encontrar mi lugar. Tránsito de un lugar a otro, recojo experiencias y cuando he conseguido cambiar de identidad he tenido claro que Dios ha estado de mi lado..

He migrado tantas veces, no solo de un lugar a otro, sino también de una versión de mí misma a otra, siempre buscando ese equilibrio entre lo que soy y lo que el mundo insiste en ver. Mi cabello, mi vestimenta, mi manera de caminar, todo ha cambiado con el tiempo, pero no son simples gestos de transformación estética. Son declaraciones de libertad, de afirmación, de resistencia..

Cada cicatriz, visible o no, cuenta una historia. Cada herida es un recordatorio de las batallas ganadas y de la determinación que me ha permitido seguir adelante, aunque parecía imposible. Y es cierto que, aunque mi cuerpo ha sufrido transformaciones, lo más profundo, lo más real, es lo que se ha mantenido intacto: mi espíritu. La verdadera transición ha sido hacia un lugar de paz conmigo misma, hacia una identidad que, por fin, refleja quién soy.

Hoy, mi cuerpo es la prueba de una vida que no ha sido fácil, pero también es el emblema de una victoria. He dejado atrás el infierno de vivir en una piel que no me pertenecía, y aunque las cicatrices físicas pueden despertar la compasión de quienes me miran, son las cicatrices invisibles las que cuentan mi verdadera historia de supervivencia.

Las tormentas nos ponen a prueba, no solo con la violencia de su impacto, sino con la fuerza de su persistencia. Las heridas que dejan nos moldean, pero también nos enseñan a luchar por la justicia y la verdad. ¿Cuál fue la tormenta más feroz que enfrentaste?

Lo más difícil para mí al tomar esta decisión fue enfrentar el miedo al rechazo y la violencia. Durante el viaje, las dificultades fueron múltiples, incluyendo el constante peligro y las amenazas que enfrenté. Ahora, lo más difícil es vivir con la incertidumbre de no poder volver a casa, y lo más difícil si regresara sería enfrentar a mis agresores. Mis seres queridos, que quedaron atrás, también enfrentaron su propia lucha al lidiar con mi partida..

Recuerdo un momento crítico cuando casi pierdo la vida. Me enfrenté a una tormenta de violencia que me dejó al borde de la muerte, pero el faro en todas estas tempestades fue mi determinación de sobrevivir y buscar justicia.

En cada travesía, los aliados y enemigos se entrelazan en nuestro camino. A veces, los que más tememos son los que más nos desafían a crecer, mientras que aquellos que nos apoyan nos dan las herramientas para continuar luchando.

A lo largo de tu viaje, ¿quiénes se convirtieron en tus aliados más importantes, y cómo enfrentaste el odio y la desconfianza de aquellos que no aceptaban tu verdadera identidad?

A lo largo de mi viaje, he encontrado tanto aliados como enemigos. Las personas que me apoyaron, como mi madre que también fue mi mejor amiga, me dieron la fuerza para seguir adelante. Pero también he enfrentado la desconfianza y el odio de aquellos que no aceptan mi identidad. He aprendido a usar mis talentos, como mi voz y mi conocimiento legal, para defenderme y ayudar a otros en mi situación.

He contado con instituciones en las que he podido refugiarme, pero en otras mi espíritu confrontador se ha interpuesto y me han generado algunos menosprecios. A mi llegada a centros de acogida sufrí violencia por hombres y mujeres cis que se sentían afrontados con mi condición de mujer trans, pero al mismo tiempo tuve la oportunidad de reintegrar mi alma con una compañera de piso indígena originaria de Chiapas.

Los cantos de sirena no siempre buscan destruirnos; a veces, son los ecos de nuestros propios miedos y dudas, de aquellos que intentan convencernos de que no somos suficientes. Pero en lo más profundo, una voz interior nos recuerda que tenemos derecho a luchar por nuestra felicidad. ¿Cómo lograste silenciar las voces que te decían que no podrías lograrlo, y qué fue lo que te impulsó a seguir creyendo que merecías ser feliz a pesar de las advertencias?

Recibí muchas advertencias sobre mi viaje: “No podrás hacerlo, será muy duro”. “A los migrantes no les va bien aquí”. Sin embargo, yo misma me repetí que tenía que intentarlo, que merecía ser feliz.

Ítaca es el destino que soñamos, pero también es el trayecto en sí mismo. No siempre es el lugar al que llegamos, sino el espacio en el que aprendemos a sobrevivir y a cumplir sueños que nunca creímos posibles. ¿Cómo ha evolucionado tu visión de los sueños, y qué significa para ti estar viva y cumpliendo tus metas día a día?

Mis sueños han evolucionado con el tiempo. He cumplido uno que no esperaba y era continuar viva más allá de los treinta y cinco años, una quimera para una mujer trans en México donde la violencia, la enfermedad, la mala gestión de hormonas o las drogas pueden llevarte a un final muy rápido. Hoy estoy viva y cumpliendo mis sueños cada día..

Los verdaderos superpoderes no se encuentran en habilidades extraordinarias, sino en la capacidad de resistir, de levantarse una y otra vez frente a la adversidad, de continuar luchando cuando el mundo intenta detenernos. ¿Qué cualidades consideras que son tus verdaderos superpoderes, y cómo te han permitido enfrentar las batallas más difíciles en tu viaje de autodescubrimiento y justicia?

Mis talentos, como mi capacidad de lucha y mi fortaleza interna, me han permitido soportar este viaje. La determinación y el coraje han sido mis superpoderes, impulsándome a seguir adelante y encontrar mi camino.

¿Qué has descubierto sobre ti misma al enfrentarte a nuevas culturas, personas y paisajes, y cómo te ha enriquecido el contacto con formas de vida tan distintas?

En este viaje, he descubierto un nuevo mundo, lleno de personas diversas, costumbres diferentes y maneras de pensar que me han enriquecido. También he descubierto más sobre mí misma, entendiendo mi fortaleza y resiliencia en medio de la adversidad..

Las aventuras no son solo los momentos de gloria o triunfo; a menudo, son las batallas más crueles, aquellas que nos dejan al borde del abismo, las que definen nuestra historia y nuestra fuerza. ¿Podrías compartir la historia de ese momento en el que casi perdiste la vida?

Una de las experiencias más impactantes fue mi intento de feminicidio, que casi me cuesta la vida. Sin embargo, cada paso de esta experiencia me ha enseñado a valorar la vida y la lucha por mis derechos.

Luché para que en los papeles oficiales figurara mi yo real y no el asignado y eso atrajo atención hacia mí por parte de medios de comunicación, políticos de “os acoloridos”. Terminé estableciendo una organización para buscar a desaparecidos en mi región y me convertí en candidata a la presidencia de mi municipalidad demostrando que los roles de las mujeres trans no estaban limitados a la estética y el sexo. Me advirtieron que más que abrazos y flores lloverían golpes y balas, pero yo me hice la tonta. Ni siquiera la sombra de los narcos me hizo echarme atrás. Yo normalicé la idea de violencia hasta que un día bajo engaño me sacaron de mi casa hacia un río y intentaron matarme a machetazos. El primer corte fue en la frente y sentí como si el agua de una ducha fluyera sobre mi cuerpo. Morirás como tu madre decían y me hablaban como si fuera un hombre en vez de la mujer que soy. Mi cuerpo fue sabio y después del primer golpe dejé de sentir. Me insultaron, golpearon, los machetes cayeron sobre mi cara, brazos, piernas y dedos de la mano. Mi vida pareció abandonarme y por eso me dejaron tirada como basura. Con la vida colgando de un hilo pensé que todo acababa. Vi a mi mamá y le pedí que me llevara, pero ella dijo “aún no es tu momento”. Pensaron que estaba muerta y me dejaron, al rato desperté y busqué a otras personas, quería salvarme y gracias a unos chicos y un viejo con bicicleta la policía me recogió. Nadie sabe cómo ni por qué, pero después de 10 horas de cirugía y tres paros cardíacos sobreviví..

Si tu historia fuera contada como una odisea, ¿qué te gustaría que dijeran de tu lucha, de tu vida y de la mujer en la que te has convertido?

Me gustaría que dijeran que soy una guerrera, una activista que no se rindió ante la adversidad y que luchó por la justicia. Que mi historia es un símbolo de esperanza para quienes luchan por ser quienes realmente son. Vivir en el exilio es salvar mi vida y tener libertad de caminar, no vivir con miedo a que me maten. Hoy vuelvo a empezar desde cero. Sin violencia y con tanta paz, ¿qué haré ahora? Relajarme y vivir mi vida.

Natalia Garro